Los canes en la Aduana y una anécdota del baúl de los recuerdos.
Homenaje en el aniversario de su constitución como Especialidad

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La Técnica canina es una de las principales herramientas utilizadas por las autoridades en todo el mundo para el enfrentamiento el terrorismo y el tráfico de drogas y la Aduana cubana no es una excepción

Esta historia es real y habla sobre lo que fue, quizás, la primera experiencia de la Aduana cubana en el uso de canes para el control aduanero, aunque sucedió un poco antes de aquel 8 de Julio de 1982 en que la Técnica Canina pasara a ser una Especialidad dentro de la Aduana General de la República.

La he contado más de una vez pero estor seguro que muchos jovenes aduaneros y guías caninos actuales se sorprenderán al escucharla y espero sientan el orgulloso de conocer un poco más sobre nuestros origenes. Cómo toda buena historia, esta comienza diciendo:

Érase una vez en el Aeropuerto Internacional José Martí…. Corrían los primeros años de la década de los 80 del pasado siglo y detrás de donde estaban ubicados los bomberos se construyeron varias perreras para albergar los primeros canes (Pastores Alemanes) donados por el MININT a la Aduana y comenzó el adiestramiento de los perros y de sus guías caninos en las especialidades de drogas y explosivos

Recuerdo que la comida de los canes se confeccionaba con leña en el lugar (nada de pienso) y un buen día un mestizo de Pastor Alemán con quien sabe que otra raza perruna, comenzó a acercarse y merodear la cerca que separaba el perímetro de  aquella perrera de la Ave. Van Troi, atraído seguramente – o más que nada- por el hambre que sus costillas “al aire” dejaban traslucir.

Uno de los guías, – Andrés si mal no recuerdo -, sintió pena por aquel perro “sato” y comenzó a darle sobras de la comida con lo cual – y como es lógico – provocó que el animal hiciera más frecuentes e insistentes sus visitas. El tiempo y el trato (quizás la empatía exista también entre el hombre y los animales) hicieron que surgiera entre ellos algo muy parecido a la amistad.

Un día Andrés dejó entrar a Suerte – Lucky – (así bautizó a su nuevo amigo) y lo instaló en un rincón de las casetas y cuando terminaba de entrenar al Pastor de pura raza que le habían asignado, comenzó a hacerlo con Suerte, en la especialidad de explosivos. Este entrenamiento – que Andrés comenzó un poco para entretenerse y un poco para ver qué pasaba- fue dando sus resultados y ante el asombro de algunos, Suerte fue adquiriendo los hábitos y habilidades que le enseñaban y en poco tiempo mostraba tan buenos (y en ocasiones mejores) resultados que los perros de pura raza traídos del MININT. Y así sucedió la historia que les quiero regalar:

Era una mañana cualquiera en el aeropuerto José Martí y Andrés, que debía sondear (revisar)  la cabina de una aeronave que recién había llegado, quiso demostrarnos “quien era” aquel perro sato que había entrenado. Le pidió al “escolta” le prestara el cargador de su pistola Makarov y dándomelo me dijo: “ponlo debajo de algún asiento” mientras él y Suerte salían de la cabina.

No bien lo hice, me uní al expectante e incrédulo grupo de aduaneros y personal de limpieza que presenciaron cómo a una orden, Suerte caminó olfateando por el pasillo de la cabina de una punta a otra y cuando regresaba fue directamente hasta donde yo había escondido el cargador y comenzó a ladrar mientras volteaba su hocico hacia un sonriente Andrés que casi explota de orgullo mientras nos decía: “¡Ven como un perro no tiene que ser de raza para ser bueno…!”

Seguramente Suerte ya es historia y Andrés, si aún vive, debe tener más juventud acumulada que yo… Pero sirva esta historia para felicitar a quienes, para orgullo y tranquilidad de todos, han contribuido en estas más de 4 décadas a que la Técnica Canina en la Aduana cubana cumpla años hoy.