La Determinación del Carácter No Comercial y la Transparencia

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En las últimas semanas, he visto en Grupos de Facebook y Telegram comentarios de personas que dicen haber viajado a Cuba y aseguran que en el momento del despacho aduanero se le han aplicado limitaciones en las cantidades de determinados artículos  por lo que, preguntada la Aduana cubana, recibí una respuesta que en mi opinión no aclara la duda y, por el contrario, abre más interrogantes. En su respuesta, la Aduana me dice: (sic) “se mantiene la importación de medicamentos, aseo y alimentos libre de pago y sin límite alguno la única diferencia es que debe existir diversidad en los artículos que importa” (sic).

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La libre importación de medicamentos. Una moneda con más de dos caras -I

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Parte I- La Necesidad    

II- La Legalidad      

III- La Resiliencia      

Desde hace años y a partir de los problemas económicos que todos conocemos, la ya muy dañada economía cubana ha caminado en una constante contracción y entre los renglones que con su escasez afectan directamente a la población están los medicamentos.

La falta de materias primas para la producción nacional, la ausencia de financiamiento producto de sanciones externas y de otros factores, unido a lo que se ha llamado “distorsiones en la economía” presentes en toda la actividad productiva del país, han traído como consecuencia una casi total falta de medicamentos en todo el Sistema Nacional de Salud que ha afectado a la totalidad de la población y creado situaciones que en ocasiones han marcado la diferencia entre la vida o la muerte.

En los hospitales y pese al esfuerzo de las instituciones vinculadas y de abnegados profesionales, la situación ha llegado al punto en el que los médicos recetan, no lo recomendado, sino lo disponible, llegando en ocasiones a decirle al enfermo “mira a ver si puedes conseguir este medicamento, pues es el que necesitas, pero está en falta”. Y lo mismo sucede en los policlínicos y médicos de la familia.

Los medicamentos son algo que todos necesitamos de una forma u otra. Usted puede vivir sin un par de zapatos nuevos, pero un hipertenso que no tenga Enalapril (por poner un ejemplo) puede ver comprometido no solo su bienestar personal, sino hasta la propia vida.

En 2020, un “Ordenamiento” lleno de errores, decidido en medio de una pandemia y del recrudecimiento de presiones externas, elevó a niveles nunca antes vistos la insuficiente comercialización de medicamentos en farmacias y la poca disponibilidad – o en ocasiones inexistencia de ellos – en centros hospitalarios, convirtiéndolo en un gran problema social que poco a poco fue adquiriendo connotaciones políticas.

En este punto del problema muchos se preguntaban: ¿Por qué un país con las condiciones económicas como Cuba no abre sus fronteras a la entrada de productos deficitarios y, por el contrario, está llena de políticas restrictivas a las importaciones no comerciales, cuando son estas las únicas vías que no pueden ser dañadas por políticas externas y que – por otra parte – no requieren de financiamiento interno?

Parece que esa pregunta, que por cierto muchos llevábamos años haciendo, pareció finalmente algo lógico a la alta instancia del gobierno que vio en ella una vía de escape a la presión social y política cada vez mayor ante la imposibilidad de resolver a corto plazo la crisis de medicamentos. Y así, a mediados de 2021 se decidió autorizar excepcionalmente y con carácter temporal, la libre importación y exenta del pago de los aranceles, de aduanas, de alimentos, aseo y medicamentos.

Estas medidas estuvieron en boca de la mayoría de los dirigentes del primer nivel del país y su alcance fue objeto de un gran despliegue en todos los medios de información nacionales que puede resumirse con un artículo de Cubadebate, del 19 de julio de 2021, en el que el Jefe de la Aduana decía que “Es amplia la gama de productos que se pueden importar sin aranceles ni límites de cantidades establecidos”

Y así, durante más de dos años se importaron toneladas de medicamentos de todo tipo, sin el más mínimo control sanitario y sin control de cantidades, lo cual ayudó incuestionablemente a resolver en parte las necesidades de la población y seguramente salvaron más de una vida, pero fueron el motor impulsor de un creciente mercado paralelo de medicamentos donde algunos – llamémosles más vivos – han obtenido enormes ganancias explotando las limitaciones objetivas y subjetivas del Estado y las necesidades sanitarias de millones de cubanos.

En síntesis, ante la existencia de una escasez de medicamentos que el Estado no tenía posibilidades de cubrir se tomó la decisión de tratar de al menos disminuirla, eliminando los limites no comerciales y permitiendo que se importará lo que se quisiera, cosa que por cierto es lo que se ha venido haciendo desde esa fecha a partir de diferentes prórrogas, sin que hasta el momento se hayan hecho otras precisiones.

Esa es la primera cara de la moneda: LA NECESIDAD

La libre importación de medicamentos. Una moneda con más de dos caras – II

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Continuando con el artículo anterior, tocaría tocar otro de los aspectos de los que mucho se habla y se discute  alrededor de este tema:

II- La Legalidad 

I- La Necesidad      

III- La Resiliencia       

Como dijimos en la sección anterior, estas medidas tuvieron un gran despliegue en todos los medios de información nacionales (incluyendo la Mesa Redonda) en los que la Aduana y los demás organismos involucrados explicaron detalladamente su alcance. Por ejemplo el periódico Granma, en su edición del 19 de junio del 2021, detalló las precisiones que ofreció la Aduana de Cuba sobre la implementación de las nuevas de medida de importación de alimentos, medicamentos y aseo entre las que detallan estaba que “No se establecen límites en cantidad…” y que los pasajeros “pueden traer lo que la aerolínea les permita”.

Por su parte, en la Mesa Redonda del día 16 de julio del 2021, el Jefe de la AGR dejó claro que no se iban a aplicar los límites establecidos para las importaciones comerciales en el caso de los medicamentos , alimentos y aseos y que en el caso de los primeros no había límite en cantidad.

Me niego a creer que quienes estudiaron, diseñaron y pusieron en práctica estas medidas no hayan sido capaces de prever dos cosas: en primer lugar que era imposible que alguien importara decenas de kilogramos de medicamentos solamente para uso personal o familiar y en segundo lugar, que una buena parte de esos medicamentos no iba a llenar la bolsa negra  donde la ley de la oferta y demanda en manos de los especuladores provocaría precios astronómicos. Quiero creer que la necesidad social y política prevalecieron y que lo que seguramente sucedería (y sucedió) eran los daños colaterales previstos.

Y claro, sucedió lo inevitable. Las redes y la calle se llenaron de ofertas que iban desde una pastilla de Duralgina hasta productos citostáticos. El acudir al mercado ilegal resultó la única manera para sanar o mantener con vida a un familiar, amigo o vecino y así, a lo largo de más de dos años, toneladas de importaciones supuestamente no comerciales de medicamentos, se convirtieron en operaciones comerciales cada vez más organizadas y de mayor envergadura.

Pero “tanto da el cántaro a la fuente” que en marzo del 2024, el Jefe de la Aduana cubana informaba en la Mesa Redonda que “Muchas personas traen grandes volúmenes de estas mercancías con el fin de comercializar” y que esta medida se aprobó “para que las personas pudieran tener acceso a medicamentos, alimentos, aseo, pero no para que se usara como una vía para importar estos productos en volúmenes significativos, para su comercialización” y poniendo como ejemplo la importación de más de 20 mil pastillas de Enalapril por un solo pasajero llamaba a evitar estas conductas (Cubadebate del 19 de marzo de 2024).

Es cierto que el término de “no comercial” se mantuvo en todas las disposiciones emitidas, pero si usted establece en una disposición que  “se eliminan los límites comerciales establecidos para las medicinas, alimentos y aseo » está de hecho (y de derecho) diciendo que no existen límites en estos casos.

Por otra parte, es una ley económica el que mientras exista la necesidad de algo, siempre habrá quien lo venda, por lo que limitar la cantidad que pueda importarse de algunos productos, no eliminará su presencia en el mercado paralelo y mucho menos con la situación de dependencia que existe en el caso de los medicamentos. ¿No puedo entrar 20 mil pastillas de una misma medicina en un vuelo? ¡Pues entonces entro cuatro mil en cinco vuelos o mulas diferentes o utilizo la misma medicina en diferentes envases!  Siempre habrá una manera, pues mientras el Estado no pueda hacerse cargo de la Necesidad, el mercado de medicinas será cautivo de la bolsa negra y las ganancias tan altas permitirían cualquier cosa.

Sin embargo, y de acuerdo a los recientes comentarios de algunos viajeros tras el control aduanero, parece ser que la Aduana ha decidido redefinir este asunto y “restablecer la aplicación de la Resolución 175 de 2022 en lo relativo a la determinación del carácter comercial para los alimentos, aseos, medicamentos e insumos médicos”, manteniendo como principio a observar “el evidente carácter comercial y actuar con racionalidad, observando que las cantidades y variedad de los productos no sobrepasen los límites razonables para una importación no comercial.”

Y esto nos lleva “al pollo del arroz con pollo” ¿Cuál es la cantidad que determina el evidente carácter comercial de un medicamento: mil, 3 mil, 10 mil pastillas? ¿Quién determina ese límite razonable? ¿Dónde se establecen ambas cosas de manera transparente para conocimiento de los terceros?

Una vez, hablando sobre el tema, un dirigente de la Aduana dijo que “todos sabemos lo que es un carácter comercial” y eso no es cierto: Si hay diez cuestionados, habrá seguramente diez respuestas diferentes. Las limitaciones a cumplir por terceros tienen que ser públicas y no pueden quedar al criterio subjetivo – y además secreto – de instituciones o personas. Si no fuera así, el límite en velocidad en una autopista no se establecería por Ley y sería el que entendiera el policía de turno en cada caso.

La lógica y la practica nos dicen que es tan razonable traer diez tiras de Elanapril y vender las diez, como lo es traer mil y no vender ninguna. Comerciar es vender, y eso nos lleva a la otra parte del problema:  Cómo enfrentar este ilícito y la vida demuestra  que si se quiere controlar y enfrentar el comercio ilegal de medicamentos, la única manera efectiva y real de hacerlo es allí donde se ejecuta, en la calle. Más cuando los infractores se anuncian públicamente en Facebook y Telegram.

Pero entonces, qué hacer: ¿Debemos admitir que medidas creadas para ayudar a la gente se conviertan en un medio para el lucro personal de algunos inescrupulosos? O ¿Debemos decidir que el evidente carácter comercial se fije a partir de criterios subjetivos que nadie conozca y a costa de la transparencia en el actuar con el consiguiente peligro de corrupción? 

Esa es la segunda cara de la moneda: LO LEGAL

La libre importación de medicamentos. Una moneda con más de dos caras – III

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En la vida es sumamente importante la capacidad que tiene el ser humano y la sociedad de poder adaptarse a las situaciones adversas con resultados positivos. Y de ahí surge la tercera cara de la moneda:

III- La Resiliencia 

    I- La Necesidad    

II- La Legalidad    

Como hemos visto en los dos anteriores segmentos de esta Opinión, la ausencia de medicamentos en el país parece ser un problema que no se resolverá en un futuro ni siquiera cercano, por lo que los aspectos que hemos planteado como Necesidad se mantendrán por un buen tiempo. Por otra parte, es indiscutible que legal y éticamente no es posible entender que el Estado decida como única opción válida para garantizar medicinas a la población una política que se base en el mercado paralelo y promueva lo ilegal.

La escasez de medicamentos, así como su existencia sin límites en el mercado paralelo y a precios elevados, han generado y generan multitud de opiniones y sentimientos entre la población, las que pueden separarse en dos grupos principales: Unos piensan que el Estado debe limitar la importación de medicamentos y tomar medidas para evitar que los inescrupulosos lucren con la necesidad de la población, mientras que otros mantienen que todo lo que entre al país es bueno, pues siempre habrá quien lo pueda comprar, aunque esté caro.

En el primer caso, encontraríamos seguramente a quienes tanto ellos como su familia gozan de una magnífica salud a los que debemos agregar otros que por las razones que sean, no tienen que recurrir al mercado paralelo para encontrar una medicina contra su hipertensión, por ejemplo.

En el segundo, entre los que siempre he estado yo, encontraríamos a otra parte de la población que piensa que peor sería que no hubiera medicamentos ni para quien tenga dinero, ni para quien no lo tenga lo cual, aunque aceptable desde el punto de vista práctico, nos aleja cada vez más de aquella justicia social por la que tanto se ha trabajado.

Claro, que como están las cosas actualmente, estoy seguro de que a nadie se le ocurriría volver atrás y limitar – al menos públicamente – la importación de los medicamentos, pues tendría consecuencias  no solo sociales, sino también políticas. Pero tampoco creo que sea correcto volver a una época – ya dejada atrás – de tratar de controlar a través de » disposiciones internas», en detrimento de la transparencia de la actuación en frontera y limitando sin que nadie se entere.

En nuestro caso, “el carácter no comercial” – que tanto se expone en diversas disposiciones -, es un eufemismo poco serio. En un momento en que la escasez no se limita a un producto, sino que incluye todo lo imaginable, desde lo más imprescindible (como los medicamentos) hasta los zapatos más superfluos, todo puede ser comercializado (y de hecho lo es) por lo que todo puede tener un carácter comercial. Puede parecer un absurdo decir que importar 20 mil pastillas de un medicamento tiene un carácter comercial mientras que traer 46 o 69 kg de medicinas diferentes en dos o tres bultos – sin abrir y sin pagar derechos –, no tengan “un evidente carácter comercial” .

Una vez un Jefe de Aduanas a quien estimo mucho me dijo mientras nos tomábamos un café en su pantry: “Mientras haya quien quiera calzoncillos amarillos, habrá quien los traiga para vendérselo”. Y esa incuestionable verdad se crece en tiempos de crisis, más cuando la población se divide – cada vez más profundamente – entre los que tienen y los que no tienen.

¿Qué hacer entonces? Pues en mi humilde opinión deberíamos tratar de encontrar la manera de atemperar lo ético y justo con lo legal y permitido. ¿Alguien puede seriamente considerar que decenas de kilogramos de medicamentos tienen un carácter no comercial? ¿Por qué seguir aferrados al criterio de que los pasajeros solamente pueden importar no comercialmente y, sin embargo, promover que una persona traiga varios “gusanos” llenos de medicinas para “uso personal, familiar o del hogar”? ¿Por qué seguir justificando como una solución ante la escasez legalizar la fuente de abasto de un mercado negro que ahoga al ciudadano de a pie?

Claro que limitar o prohibir no sería la solución, pero ¿cómo resuelven esto algunos países? Pues simplemente definiendo la cantidad que es “no comercial” y disponiendo que quienes la sobrepasen deberán pagar derechos de aduana según el arancel comercial para importarlo. Cualquiera pudiera traer 4 gusanos de medicinas para venderlos después, pero al menos contribuiría al fisco.

Por otra parte, en el país ha crecido una nueva forma de gestión comercial: las MIPYMES. Claro que la mayoría no producen bienes y se limitan a ser importadores al por mayor para un mercado interno que no alcanzo a comprender bien, pero ¿qué pasaría si algunas de estas nuevas formas de gestión se dedicaran a importar un poco de medicamentos junto a tanto pollo a 380 pesos la libra o huevos a más de 100 pesos cada uno? ¿Qué pasaría si junto a tiendas particulares de equipos electrodomésticos se abrieran farmacias privadas? Posiblemente, se pudiera crear un mercado de medicamentos e insumos médicos que, aunque igual de caro, fuera al menos legal y controlado en relación con normas sanitarias.

Por último, como decíamos en la segunda parte, el enfrentamiento a los ilícitos en la importación de medicamentos no se puede hacer ni única ni fundamentalmente en la frontera. El enfrentamiento tiene que hacerse allí donde se produce. Veinte kilogramos de medicinas pueden importarse para la familia, amigos y vecinos y sería no solo legal, sino socialmente reconocible, pero cuando esos veinte kg se importan para venderlos se convierten en una actividad ilegal fácilmente «enfrentable» por las autoridades si tenemos en cuenta que ello se realiza a la vista de todos.

¿Aplicar algunas de estas “disquisiciones” personales u otras resolverían completamente el problema? Pues claro que no, pues mientras haya necesidad habrá mercado paralelo y quien tras trabajar 50 años percibe 1500.00 pesos de jubilación tendrá que seguir escogiendo entre comprar media libra de pollo o un blíster de medicinas, pero debemos buscar soluciones novedosas para organizar este mercado paralelo y a la vez enfrentar y castigar a quienes lucran con la necesidad de muchos.

Sin embargo, todo esto debe hacerse de manera transparente y pública, evitando  restablecer el derecho de una autoridad o funcionario a determinar cuándo “las cantidades y variedad de los productos no sobrepasen los límites razonables para una importación no comercial sin hacer público cuáles son esos límites. Debemos aprovechar más la comunicación institucional para explicar el problema y concientizar a la mayoría, que por suerte no abusan de las facilidades. Salvo la referencia del Jefe AGR a las 20 mil pastillas ¿Se ha hecho alguna otra referencia en sitios institucionales o medios? Si fue ese solo caso, no habría que restablecer limitaciones, pero si estás se restablecen es que hay otros muchos, ¿por qué entonces no se habla de ellos, de las sanciones aplicadas y de cómo se detectan? ¿Por qué no involucrar a todos en esta tarea a través de la comunicación social?

En síntesis, opino que debemos buscar cómo combatir de manera transparente a quienes lucran con este tema, pero sin eliminar la facilidad de suplir con importaciones de pasajeros y envíos las limitaciones del Estado para garantizar medicamentos y ampliando las fuentes y actores involucrados.

Como dije al comienzo de esta trilogía, todo esto es simplemente una opinión personal – exenta de cualquier política – sobre un problema sobre el que cada cual tendrá su propia opinión de cómo resolverlo. Espero que así lo vean quienes se hayan tomado el trabajo de leerla.